lunes, 31 de agosto de 2009

-| Relatos del presente |- "El dibujante"

Aquel dibujante era uno más del montón. Mentira, era de los de debajo del montón, él no tenía talento para el dibujo. Lo sabía, pero nunca afectó lo más mínimo a su carrera. Porque nunca tuvo carrera. Él simplemente se sentaba a dibujar, sin darle mayor importancia. Excepto cuando intentaba realizar lo que el llamaba "una gran obra".

Se sentaba, ordenaba sus colores (esparcidos por la mesa, para que durante el tiempo que buscaba alguno de ellos le diera tiempo de cambiar de opinión), y ponía todo su empeño. Más empeño que el de un joven en su primer empleo. Más aún que el empeño que pone un niño intentando no salirse del contorno de su dibujo.

Nunca triunfó. Lo sabía y por eso nunca se hundió, siempre enseñaba sus obras sin tener en cuenta colores, sombras, matices y demás... Él mostraba sus dibujos y decía simplemente: "3 horas" o "5 minutos", según el tiempo que empleaba.

Y se cansó. No aguantaba más esos dibujos de niño de parbulario que con tanto esmero había hecho, sin éxito. Ese cuaderno azul había sido su forma de desahogo, de entretenimiento, de evasión... Sin haberle servido para nada, sin haber siquiera mejorado su dibujo... Tiempo perdido para nada, nada, nada...

Arrancó todos y cada uno de sus garabatos (si es que llegaban a esa categoría). Siempre lo hacía igual: Despegaba una sola hoja, le dedicaba una mirada, deteniéndose un segundo en el grabado con el tiempo empleado; arrugaba el papel y lo tiraba por la ventana, sin mirar si estaba abierta. Así estuvo 27 minutos (el tiempo era muy importante para él, y lo llevaba con mucha exactitud).

Terminó y miró al techo, porque no podía mirar al cielo. Abrió los brazos y gritó: ADIÓS!
Cuando bajo la vista, vio todo el montón de papeles tirados en el suelo. Eran sus dibujos. La ventana estaba CERRADA.

Qué difícil es separarse de una vida, aun cuando quieres empezar otra...

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