domingo, 23 de agosto de 2009

Tabula Rasa

Él solía escribir, de hecho era lo que mejor se le daba hacer. Aunque él nunca lo reconocía. Mientras escuchaba a los demás hablando acerca de sus problemas y de sus vidas, él miraba hacia otro lado, como si su mente no estubiera situada en aquel lugar precisamente.

Su mente viajaba a otra parte y le desconectaba completamente de todo lo que hubiera a su alrededor.

"¿Estas bien?" -Le preguntaba uno.
"Sí, sólo estoy...pensando" -Respondía él.

Su mente generaba todo tipo de historias fantásticas e increíbles, sin embargo, los últimos meses las historias eran tristes, llenas de sufrimiento y dolor.

Nunca le había mostrado al mundo su talento. Nunca supo por qué nunca quizo mostrarle a nadie lo que escribía.

Quizá fuera porque no quería que nadie pudiera entrar en su mente...

Ahora se encontraba sentado en una roca de una playa cualquiera, de hecho la playa estaba bastante escondida y pocos conocían de su existencia, pero él la usaba para relajarse, y desconectar tanto del mundo como de las personas en general.

Llevaba unos días terribles, y las historias que salían de su cabeza no eran del estilo que escriben las personas de su edad. Recordó cómo una de las pocas historias que salieron de su interior la acabó publicando en internet.

Esa historia significó tanto para él, pero en cierto modo supo que nunca acabaría siendo leída por nadie, porque a nadie le importaba lo que pensara él.

Se dejó caer de la roca y llegó hasta la oscura arena, su cara estaba de cara a ella. Ya nada parecía tener sentido, y seguir escribiendo parecía ser algo inútil.

El sonido de su móvil le sobresaltó, era un mensaje: "Me encantó la historia que escribiste. Sin duda ese día estabas inspirado. ¿De verdad es tuya?"

Volvió a ojear el mensaje, esbozó una pequeña sonrisa de sus labios, y dejó caer una lágrima.

Era hora de empezar desde cero y de seguir adelante...

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